—Finalmente: ¿la Gnosis es una religión?
La pregunta surgía de un amigo de mi niñez, que se había acercado a estos estudios unos meses atrás. Él esperaba una respuesta más simple de la que yo iba a darle. Es que en muchos casos, las interrogantes más generales son las más difíciles de responder.
Me dispuse a aclarar conceptos:
—¿Qué es para ti una religión? —le pregunté, tratando de dar una imagen de la gnosis más fiel y ajustada a su comprensión.
Su respuesta fue rápida aunque dubitativa:
—Una fe —me dijo, y ya me disponía a hacer precisiones, pero él continuó—: una creencia.
Iba a explicarle que el significado de “fe” no es el mismo que el de “creencia” pero él no me dejó hablar:
—La necesidad de creer en algo —finalizó, para mi sorpresa.
Y entonces tuve que tomar largamente la palabra.
— El término “fe” —comencé— invita de por sí a la reflexión profunda.Se le reconocen varios significados, aunque todos derivan de la misma idea original: sabiduría, también confianza, virtud, fidelidad y por último, hasta “creencia”.
Como la entiende la gnosis, la “Fe” con mayúscula, es la misma sabiduría, es el conocimiento de la realidad. Es el mismo sentido que se le da, cuando en un documento, por ejemplo, se “da fe” de un hecho cualquiera. Esto es porque el que lo firma conoce por sí mismo y sin lugara dudas ese hecho. Ese tipo de documentos tienen valor jurídico y usan la palabra “fe” en su sentido más estricto.
Ahora bien, existe un segundo significado, que es el que se utiliza cuando se dice “tener fe”. En este uso sería más bien sinónimo de confianza.
En el habla popular la palabra fe, sin embargo, se ha asociado más a la creencia, aunque, como afirman nuestros estudios gnósticos, creer o no creer no cambian la naturaleza del ser humano, ni su relación con la divinidad. Ese no es el sentido, evidentemente, que se le da en el mensaje cristiano. Cuando Jesús reprende a Pedro, llamándole “hombre de poca fe” (cuando cae al agua después de haber dado sólo unos pocos pasos sobre ella), alude, sin duda, a la sabiduría y a la confianza y no a la creencia ni a la esperanza. Si logramos comprender el término “fe” como sinónimo de sabiduría entenderemos también las palabras de Jesús cuando dice que aquellos que tengan fe, serán salvos.
En relación a la confianza—continué—, es la antesala de la sabiduría, es decir de la “fe conciente”. En la experiencia directa, la “confianza” siempre es anterior a la fe. Por ejemplo, si yo te digo de que existe el “plano astral” y que puedes penetrar en él concientemente a través de un procedimiento, necesitas primero “confiar” (tener fe )en que lo que digo es cierto, luego hacer la práctica con virtud y fielmente (con fe), y luego vas a poder “dar fe” de que eso es posible.
Aunque, vale decirlo, para confiar, es necesario, en alguna medida, tener sabiduría. Confiar y tener sabiduría siempre van de la mano. Si tú confías que lo que te digo (por ejemplo del plano astral) es cierto, es porque puedes “dar fe” (sabes) de que, hablando de estos temas, siempre te he dicho la verdad y seguramente has tenido alguna pequeña experiencia al respecto.
Resumiendo: no es posible dar fe (sabiduría), sin tener fe (confianza). Y para confiar es necesaria, auque sea en una pequeña medida, esa fe, ese sabiduría que nos lleve a la práctica, a la experimentación..
Luego me referí a su comentario final:
—En cuanto a la necesidad de creer en algo, eso es relativo a cada uno. Hay personas que tienen esa necesidad como una forma de escape a frustraciones y conflictos, otros no la tienen y por el contrario, se sienten mejor no creyendo en nada. Para ser más precisos, hay “egos” que lo necesitan y otros no. En general, no es bueno tener necesidades.
Hasta aquí la conversación que citaba, con algunos agregados, y que después derivó en otros temas. Ahora sigo compartiendo reflexiones con ustedes:
Volvamos a la creencia. No a la confianza que apunta hacia la fe conciente, sino a la creencia muerta, aquella que se satisface a sí misma. Probablemente no haya mayores creyentes que los mismos pseudo-científicos modernos, aquellos que creen a rajatabla la mayor parte de las teorías y disquisiciones “científicas” que pasan por las mentes ajenas, o lo que es aún peor, las que pasan por sus propias mentes. Así es que la infinidad de teorías que conforman los esquemas de las ciencias actuales, no tienen nada que ver con la definición original de ciencia, que no es otra cosa que la exposición de un sistema de verdades generales fundamentadas en la experiencia.
El dogmatismo científico no se diferencia demasiado del dogmatismo religioso. Cualquier dogma es de por sí frustrante, pero lo es más aún cuando está disfrazado de ciencia y ni siquiera se admite que se trata de un dogma.
Pero hay que marcar la diferencia entre los científicos que han marcado rumbos y aquellos que repiten lo que otros han dicho. Lamentablemente estos últimos son los que orientan el pensamiento pseudo-científico vulgar. La paradoja es que los más grandes científicos, aquellos que han logrado avances en el conocimiento de las leyes universales, siempre fueron, con pocas excepciones, también hombres religiosos.
Einstein, tal vez el más grande científico del siglo XX, asombrado ante la perspectiva del mundo que alcanzaba a tener con su brillante mente, decía sin más: “la ciencia sin la religión es coja, la religión sin la ciencia es ciega”. Podríamos seguir con Von Braun, artífice de la cohetería espacial norteamericana, o el gran Marconi, precursor de las telecomunicaciones. Podemos saltar al siglo XVII y hablar de Isaac Newton, inspirador de la ciencia moderna, quien era tenido como un “fanático” religioso. O tal vez hablar de Galileo, cuyos escritos traslucen “chispazos” de auténtica fe. O Pitágoras, quizás el más grande científico de todos los tiempos, creador de su célebre escuela de matemática, filosofía, música y religión.
Todos ellos, frecuentemente aluden a que, detrás de cada ley hay un gran misterio que no es posible explicar a través de las capacidades de la mente. Ese misterio, es competencia de la otra columna: la religión.
En el pensamiento más corriente, sin embargo, la ciencia y la religión se combaten mutuamente. Hay en el pensamiento popular, un divorcio entre ciencia y religión, algo que no ha existido en las mentes brillantes, como las que hemos citado.
La gnosis enseña que ciencia y religión son dos formas diferentes de ver la realidad. La religión busca a través de la oración, los ritos, la meditación etc, llegar a conocer la realidad superior, alcanzar “Aquello” que se ha dado en llamar Dios, Allah, Brahma, Tao, etc.
La ciencia, a su vez , utiliza el camino de la hipótesis y el razonamiento, apuntando a la experiencia directa de la Verdad.
Dos caminos tras un mismo objetivo.
No es frecuente que nos pregunten si la Gnosis es una ciencia. A esa pregunta deberíamos responder con la mima dificultad que tuve para responder a mi amigo. Si hablamos de ciencia pura, ciencia auténtica, ciencia que privilegia el camino experimental, la respuesta es, obviamente, si. Más no es así, si hablamos de ciencia teórica, de conjeturas y probabilidades, apuntando a procesos imaginativos imposibles de demostrar.
Así mismo, la experiencia mística toma ese camino experimental y es radicalmente científica. Si apreciamos los testimonios de los grandes místicos, desde un Francisco de Asís, pasando por el maestro tibetano Milarepa o el maestro sufí Rumi, la base de sus enseñanzas es la experiencia y no la mera creencia. Hay un permanente contacto con la divinidad, un relacionamiento con los planos superiores, una vivencia plena de realidades existenciales.
Los ritos y ceremonias religiosas son “fórmulas” conducentes a alcanzar esa experiencia de lo “Real”, que está, a decir del V. M. Samael Aun Weor, “más allá del cuerpo, de los afectos y de la mente”.
En la mente de un hombre occidental moderno, metido en esta maquinaria decadente del Kali Yuga, puede parecer irreal o fantasioso, pero los testimonios de los místicos tienen como punto de convergencia la experiencia íntima, una experiencia vívida y auténtica, que, sin embargo, no llega a nuestra conciencia a través de la mente.
Hoy, lamentablemente estamos demasiado acostumbrados a escuchar aquello de “Dios me habló”, “en el nombre de Dios”, etc, para justificar todo tipo de barbaries y locuras. Demasiado acostumbrados a los avisos de experiencias místicas grupales cobradas en dólares o euros. Así como la pseudo-ciencia ha degenerado en teorías y más teorías , la pseudo-religión ha degenerado en fanatismo y explotación.
La gnosis es religión y ciencia en sus definiciones más estrictas. Para llegar a comprender a fondo esto, debemos empezar por replantearnos nuestra manera de pensar y cambiar los esquemas con los que nos enseñaron, y aprendimos a ver el mundo
Finalmente, la Gnosis reconoce a la religión y a la ciencia como dos pilares fundamentales en el edificio del conocimiento. Junto con el arte y la filosofía conforman los cuatro núcleos de apoyo del estudio que debe realizar el hombre y que lo conduce a la autorrealización íntima del Ser.
Rafael Embid.
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