Como
quiera que el "yo" es múltiple, cualquier
verdadero Iluminado que se proponga observar a un niño
recién nacido, podrá ver lo siguiente: el niño
en su cuna, despierto; una mínima fracción de
la Esencia, que es la que se expresa, está completamente
auto-consciente, despierta; más también se ve,
alrededor de la cuna, criaturas que intentan manifestarse,
distintos "Egos", distintos "yoes", algunos
con formas hermosas, otros con horripilantes formas, que van
y vienen entran y salen, dentro de aquella recámara
donde el niño duerme, que dan vueltas a su cuna, etc.
Son los "yoes", que aguardan expresarse. Dentro
de esos "yoes" está repartido el resto de
la Esencia, es decir, el 97 % de la Esencia que está
embutida, dijéramos, entre cada uno de esos "yoes"
-entre un "yo" embutida determinada cantidad de
Esencia, entre otro "yo", otra cantidad, etc.- Y
esos múltiples "yoes" dan vuelta alrededor
de la cuna, quisieran expresarse, manifestarse, meterse dentro
del cuerpecillo del niño, pero no pueden. Más
sucede que a medida que pasa el tiempo, la nueva Personalidad
del infante se va formando, se forma con el ejemplo de los
mayores, con la escuela, etc. De manera que conforme la Personalidad
nueva se va formando, los "yoes" van teniendo también
oportunidad para irse expresando, después de que la
fontanela frontal de los recién nacidos se cierra.
Ustedes han observado perfectamente que los niños,
que el parietal superior de los niños está ligeramente
abierto; es algo que llaman "la mollerita"; nosotros
decimos, técnicamente: la fontanela frontal de los
recién nacidos. Mientras está abierta, todo
marcha bien, pero a medida que esa fontanela frontal se va
cerrando, la Personalidad se va también desarrollando
y la capacidad para que los "yoes" comiencen a intervenir,
se hace cada vez mayor; entonces comienzan a verse a los niños
ciertas manifestaciones de ira -especialmente por ahí
por las edades de tres y cuatro años-, comienzan a
volverse irascibles y poquito a poquito los "yoes"
van teniendo oportunidad de expresarse, hasta que definitivamente
terminan por manifestarse todos. Resulta interesante observar
a los niños recién nacidos.
¡Qué bueno, digo yo, que la Esencia no estuviera
enfrascada, metida entre todos los "yoes". Que bueno
sería que creciera el niño sin que ningún
"yo" se metiera centro de él, que la totalidad
de su Esencia estuviera en él durante toda su vida;
entonces todos los cinco cilindros de la máquina: intelecto,
emoción, movimiento, instinto y sexo, estarían
bajo el control de la Esencia y marcharía en armonía
con el infinito! Desgraciadamente, el 97% de la esencia está
embotellada entre los diversos elementos que constituyen el
Ego, el "yo". Necesitamos desarrollar la Esencia,
desembotellarla, desenfrascarla; cuando lo logremos, múltiples
poderes divinales, naturales, se expresarán en nosotros
con toda su belleza y con todo su poder. No necesitamos, pues,
afanarnos por conseguir poderes, lo que debemos afanarnos
es por morir en sí mismos, aquí y ahora porque
"sólo con la muerte adviene lo nuevo".
Observen
ustedes la vida de los grandes místicos cristianos:
no se preocuparon por conseguir poderes, solamente se preocuparon
por la santidad, por ir eliminando cada uno sus defectos psicológicos,
por ir muriendo en sí mismos, y a medida que lo iban
logrando, múltiples facultades supra-normales se iban
expresando en ellos. A estos se les conoció siempre
como "santos" y de ellos hay muchos y de los más
diversos orígenes, ya de oriente o de occidente. Es
pues la santidad lo más importante, mis queridos hermanos.
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