Sacrificar el dolor: esa es la clave más extraordinaria
que hay para ir logrando el despertar de la Conciencia. Esos
sucesivos despertares, a su vez van, dijéramos, acrecentando
o intensificando el desarrollo de la Razón Objetiva,
que pertenece como ya dije a la mente interior profunda.
Hay que ir despertando la Conciencia y conforme uno va despertando
la Conciencia, va pagando Karma y lo va pagando si uno, por
ejemplo, se hace consciente del dolor que le produjo un negocio
mal hecho. Supongamos, por ejemplo, que descubre que el "yo"
de la ambición estaba allí activo; entonces
lo desintegra y paga Karma; o si descubre que el "yo"
de la ambición estaba allí activo, paga Karma
al desintegrarlo. Obviamente, si las gentes aprovecharan hasta
el más ínfimo suceso de su vida para sacrificar
el dolor, a la hora de la muerte desencarnarían con
la Conciencia lúcida, despierta, y completamente libres
de Karma.
Ahora, en la práctica hemos podido evidenciar que realmente
los demás no son los que nos producen a nosotros los
dolores, los sufrimientos; los provocamos nosotros mismos.
Por ejemplo, supongamos que a uno de ustedes un ladrón
le roba su cartera. Al saberlo exclamarán: "¡Me
acaban de robar, he perdido mi dinero!" Luego viene la
angustia: "¡Quedé sin dinero, ¿y
ahora qué voy a hacer?" Pero vamos a ver: ¿el
ladrón nos produjo el dolor, o quién? Ustedes
dirían que el ladrón, pero si se auto-exploran,
descubrirán que dentro de ustedes está el "yo"
del apego al dinero, o el del apego a la cartera y detrás
puede estar también el "yo" del temor que
exclama: "Y ahora ¿qué haré sin
mi dinero?"
De manera que allí están el "yo" del
apego y el "yo" del temor; esos "yoes"
producen angustia. Pero si uno a través de la meditación
comprende que el dinero es pasajero, que las cosas materiales
son vanas e ilusorias; si se hace consciente de esa verdad,
si esa verdad no queda simplemente en el intelecto sino que
pasa a la Conciencia; si llega uno a comprender que estaba
apegado a su cartera y a su dinero, si llega uno a comprender
que tiene temor de verse sin dinero frente a los problemas
de la vida, entonces se propone, naturalmente, acabar con
esos dos "yoes": el del temor y el del apego.
Cuando uno dice: "voy a sacrificar el dolor, porque éste
es vano e ilusorio, y le hace la disección a ese dolor
y llega a comprender que en realidad es vano e ilusorio -porque
la cartera o el dinero son puras sandeces- termina entonces
desintegrando el "yo" del apego al dinero y el "yo"
del temor. En esa forma se sacrifica el dolor y éste
desaparece. Al llegar a estas alturas viene a darse cuenta
quién era en verdad el que le estaba provocando el
dolor, que no fue el ladrón el que le estaba produciendo
el dolor, sino el "yo" del apego a las cosas materiales
y el "yo" del temor. Y lo viene a comprobar después
que sacrifica el dolor, después de desintegrar los
"yoes" del temor y del apego: entonces comprende
que las causas del dolor las lleva uno dentro de sí
mismo, no fuera de sí mismo.
Indubitablemente,
si uno no sacrifica el dolor, no será feliz jamás.
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