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¿Qué se entiende, exactamente, por la "Resurrección
Mística?.
Pues
el Cristo Íntimo tiene que encarnar en el corazón
del hombre ; debe desarrollarse en el corazón del hombre,
debe desenvolverse en el corazón del hombre, debe crecer
en nosotros, y una vez que ha logrado esto, debe predicar
la palabra, para bien de la humanidad. Mas, es claro que siempre
que él viene al mundo, le odian tres clases de gentes:
los Ancianos, los Sacerdotes y los Escribas. Los Ancianos,
las personas muy juiciosas, llenas de experiencia (muy serias),
le aborrecen porque no encaja dentro de sus costumbre y entre
su forma de ser. Le aborrecen también los Escribas,
o sea los intelectuales, porque no encaja dentro de sus férulas,
dentro de sus dogmatismos, dentro de sus teorías. Y
lo rechazan, lo aborrecen, lo odian también los Sacerdotes
de los Templos, los miembros de todas las religiones, las
gentes muy religiosas, los Sacerdotes de todos los cultos,
porque viene a hablar siempre, a decir siempre cosas revolucionarias
que van contra los intereses creados de las religiones; viene
a desboronar, a destruir dogmas, y eso no lo pueden aceptar
los Sacerdotes de todos los cultos.
Le
toca vivir al Señor, dentro del corazón del
hombre, todo el Drama Cósmico, tal como está
escrito en los cuatro Evangelios.
Las
multitudes piden su crucifixión. No se trata de multitudes
meramente externas, sino de multitudes internas, y cada uno
de nosotros tiene esas multitudes dentro de sí mismo
(me refiero a los "agregados psíquicos",
a los "Yoes", que piden su crucifixión).
Hay
tres traidores que se prestan para llevarlo a la crucifixión,
que son: Judas, el demonio del deseo; Pilatos, el demonio
de la Mente, y Caifás, el demonio de la mala voluntad.
Esos son los tres traidores, esos hacen sufrir mucho al Señor.
De
tal manera que, el Señor tiene que vivir, dentro del
Alma Humana, todo el Drama Cósmico.
Por
último, el Señor es crucificado y después
depositado en su Santo Sepulcro Interior, en su sepulcro de
Cristal. Es necesario que el Señor resucite dentro
del Sepulcro y él resucita al tercer día, es
decir, después de la TERCERA PURIFICACIÓN por
el hierro y por el fuego. Después de que el hombre
ha pasado por las tres purificaciones, a base de hierro y
fuego, entonces el Señor resucita, nuestro Rey se levanta
de su Sepulcro de Cristal, se reviste con el "TO SOMA
HELIAKON", el Cuerpo de Oro del Hombre Solar, y adviene
al mundo físico-sensorial, penetra profundamente en
nuestra naturaleza orgánica para poder hablar a las
multitudes, para poder trabajar, para poder convertirse, dijéramos,
en el Siervo de todos.
Obviamente, es fundamental encarnar al Cristo Íntimo,
y es posible encarnarlo, a condición de recibir la
"Iniciación Venusta". Es pues, en la "Iniciación
Venusta", cuando el Cristo Cósmico nace en el
corazón del hombre.
Cuando
él adviene, ciertamente el Iniciado lo único
que posee para recibirlo, son los nuevos Cuerpos Existenciales
Superiores del Ser ...
Ese
"Belem" de que se habla en el Evangelio, está
dentro de nosotros mismos, porque en la época en la
que el Hierofante Jeshuá Ben Pandirá enseñara
la Doctrina del Cristo, Belem no existía, la aldea
de Belem no existía.
"Belem"
viene de un término caldeo ("BEL") que nos
recuerda a la "TORRE DE BEL", a la "TORRE DE
FUEGO", y todo hombre tiene que, primero poseer la "TORRE
DEL BEL" dentro de sí mismo, es decir, tiene que
haber desarrollado el Fuego dentro de sí mismo, haber
elevado el Fuego a la "Torre", a la parte superior
de la cabeza para poder recibir al Señor.
El
nace (se dice también) en un "establo", porque
cuando el Maestro adviene, todavía nosotros no hemos
destruido el Ego, los "agregados psíquicos"
terribles, pero el Señor trabaja, ayudándonos.
Él tiene que hacerse cargo de nuestros procesos del
pensar, del sentir y del obrar, y siendo él verdaderamente
perfecto, tiene que revestirse con la imperfección;
siendo él una criatura absolutamente santa, tiene que
revestirse con la criatura del pecado y hacerse dueño
de nuestros procesos del pensar, del sentir y del obrar; él
tiene que destruir a los "agregados " o "elementos
inhumanos" que en nuestro interior cargamos, y conforme
los va eliminando, va creciendo, se va desarrollando. Así
que, cuando ya llega a hombre y puede predicar la palabra,
lo ha hecho a base de grandes sacrificios.
Y
por último, él tiene que vivir (dentro del corazón
del hombre) todo el Drama Cósmico, tal como está
escrito en los cuatro Evangelios, y tiene que ser muerto,
porque CON SU MUERTE MATA A LA MUERTE, y tiene que resucitar
en nosotros y ya resurrecto, nos da la inmortalidad; ya resurrecto
en nosotros, se convierte (en verdad) en un Maestro de resurrecciones.
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Cuando el Cristo nace, ¿en qué nos convertimos?.
En
un verdadero Buda: trabajador eficiente de esta gigantesca
Gran Obra.
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¿Es entonces cuando se le llama el "Cristo Cósmico"?.
El
Cristo Cósmico es Cristo Cósmico siempre. El
Cristo no es, propiamente, un individuo, ni humano. El Cristo,
en sí mismo, es una fuerza, una fuerza cósmica,
universal, que bulle y palpita en todo electrón en
todo ión, y se encuentra latente en todo lo que es,
ha sido y será, pero puede manifestarse a través
de cualquier hombre que esté debidamente preparado.
Así,
pues, si pensamos en Jesús de Nazareth como la única
expresión del CRESTOS, estamos equivocados. Así
como el Cristo en aquella época se expresó a
través de Jeshuá Ben Pandirá, así
también se expresó (en aquella época)
a través de Juan El Bautista, y es el mismo que se
expresó a través de Moisés (que resplandeció
en su rostro, en el Monte Nebo) y es el mismo que enseñó
la Sabiduría Hermética con el hombre de Hermes
Trismegisto, y es el mismo Señor Quetzalcoatl.
Así,
pues, el CRESTOS es la fuerza que se expresa a través
de cualquier hombre que esté debidamente preparado,
y al decir "hombre", incluyo también al elemento
femenino pues puede expresarse a través de cualquier
mujer que esté debidamente preparada.
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