A
través de la experiencia hemos podido comprobar que
es imposible comprender eso que se llama Amor hasta que hayamos
comprendido en forma íntegra el complejo problema de
la mente.
Quienes
suponen que la mente es el cerebro están total mente
equivocados. La mente es energética, sutil, puede independizarse
de la materia, puede en ciertos estados hipnóticos
o durante el sueño normal transportarse a sitios muy
remotos para ver y oír lo que está sucediendo
en esos lugares.
En
los laboratorios de parapsicología, se hacen notables
experimentos con sujetos en estado hipnótico.
Muchos
sujetos en estado hipnótico han podido informar con
minuciosidad de detalles sobre acontecimientos, personas y
situaciones que durante su trance hipnótico se estuvieron
sucediendo a remotas distancias.
Los
científicos han podido verificar después de
esos experimentos la realidad de esas informaciones. Han podido
comprobar la realidad de los hechos, la exactitud de los acontecimientos.
Con
estos experimentos de los laboratorios de parapsicología
está totalmente demostrado por la observación
y la experiencia que el cerebro no es la mente.
Realmente
y de toda verdad, podemos decir que la mente puede viajar
a través del tiempo y del espacio, independientemente
del cerebro, para ver y oír cosas que se suceden en
lugares distantes.
La
realidad de las extrapercepciones sensoriales está
ya absolutamente demostrada, y sólo a un loco de atar
o a un idiota podría ocurrírsele negar la realidad
de las extrapercepciones.
El
cerebro está hecho para elaborar el pensamiento, pero
no es el pensamiento.
El
cerebro tan sólo es el instrumento de la mente. No
es la mente.
Nosotros
necesitamos estudiar a fondo la mente si es que de verdad
queremos conocer en forma íntegra eso que se llama
Amor.
Los
niños y los jóvenes, varones y mujeres, tienen
mentes más elásticas, dúctiles, prontas,
alertas, etc.
Muchos
son los niños y jóvenes que gozan preguntando
a sus padres y maestros sobre tales o cuales cosas. Ellos
desean saber algo más, quieren saber y por eso preguntan,
observan, ven ciertos detalles que los adultos desprecian
o no perciben.
Conforme
pasan los años, conforme avanzamos en edad, la mente
se va cristalizando poco a poco.
La
mente de los ancianos está fija, petrificada, ya no
cambia ni a cañonazos.
Los
viejos ya son así y así mueren, ellos no cambian,
todo lo abordan desde un punto fijo.
La
chochera de los viejos, sus prejuicios, ideas fijas, etc.,
parecen todo junto, una roca, una piedra, que no cambia de
ninguna manera. Por eso dice el dicho vulgar: "genio
y figura hasta la sepultura".
Se
hace urgente que los maestros y maestras encargados de formar
la personalidad de los alumnos y alumnas, estudien muy a fondo
la mente a fin de que puedan orientar a las nuevas generaciones
inteligentemente.
Es
doloroso comprender a fondo cómo a través del
tiempo se va petrificando la mente poco a poco.
La
mente es el matador de lo real, de lo verdadero. La mente
destruye el Amor.
Quien
llega a viejo ya no es capaz de amar porque su mente está
llena de dolorosas experiencias, prejuicios, ideas fijas como
punta de acero, etc.
Existen
por ahí viejos verdes que se creen capaces de amar
todavía, pero lo que sucede es que dichos viejos están
llenos de pasiones sexuales seniles, y confunden la pasión
con el Amor.
Todo
viejo verde y toda vieja verde pasan por tremendos estados
lujuriosos pasionales antes de morir, y ellos creen que eso
es Amor.
El
Amor de los viejos es imposible porque la mente lo destruye
con sus chocheras, ideas fijas, prejuicios, celos, experiencias,
recuerdos, pasiones sexuales, etc., etc., etc.
La
mente es el peor enemigo del Amor. En los países supercivilizados
el Amor ya no existe, porque la mente de las gentes sólo
huele a fábricas, cuentas de banco, gasolina y celuloide.
Existen
muchas botellas para la mente, y la mente de cada persona
está muy bien embotellada.
Unos
tienen la mente embotellada en el abominable comunismo, otros
la tienen embotellada en el despiadado capitalismo.
Hay
quienes tienen la mente embotellada en los celos, en el odio,
en el deseo de ser rico, en la buena posición social,
en el pesimismo, en el apego a determinadas personas, en el
apego a sus propios sufrimientos, en sus problemas de familia,
etc., etc., etc.
A
la gente le encanta embotellar la mente. Raros son aquellos
que se resuelven de verdad a volver pedazos la botella.
Necesitamos
libertar la mente, pero a la gente le agrada la esclavitud.
Es muy raro encontrar a alguien en la vida que no tenga la
mente bien embotellada.
Los
maestros y maestras deben enseñar a sus alumnos y alumnas
todas estas cosas. Deben enseñar a las nuevas generaciones
a investigar su propia mente, a observarla, a comprenderla.
Sólo así, mediante la comprensión de
fondo, podemos evitar que la mente se cristalice, se congele,
se embotelle.
Lo
único que puede transformar el mundo es eso que se
llama Amor; pero la mente destruye el Amor.
Necesitamos
estudiar nuestra propia mente, observarla, investigarla profundamente,
comprenderla verdaderamente. Sólo así, sólo
haciéndonos amos de sí mismos, de nuestra propia
mente, mataremos al matador del Amor, y seremos felices de
verdad.
Aquellos
que viven fantaseando a lo lindo sobre el Amor, aquellos que
viven haciendo proyectos sobre el Amor, aquellos que quieren
que el Amor opere de acuerdo a sus gustos y disgustos, proyectos
y fantasías, normas y prejuicios, recuerdos y experiencias,
etc., jamás podrán saber realmente lo que es
Amor. De hecho, ellos se han convertido en enemigos del Amor.
Es
necesario comprender en forma íntegra lo que son los
procesos de la mente en estado de acumulación de experiencias.
El
maestro, la maestra, regañan muchas veces en forma
justa, pero a veces, estúpidamente y sin verdadero
motivo, sin comprender que todo regaño injusto queda
depositado en la mente de los estudiantes. El resultado de
semejante proceder equivocado suele ser la pérdida
del Amor para el maestro, para la maestra.
La
mente destruye el Amor y esto es algo que los maestros y maestras
de escuelas, colegios y universidades no deben olvidar jamás.
Es
necesario comprender a fondo todos esos procesos mentales
que acaban con la belleza del Amor.
No
basta ser padre o madre de familia; hay que saber amar. Los
padres y madres de familia creen que aman a sus hijos e hijas
porque los tienen, porque son suyos, porque los poseen como
quien tiene una bicicleta, un automóvil, una casa.
Ese
sentido de posesión, de dependencia, suele confundirse
con el Amor, pero jamás podría ser Amor.
Los
maestros y maestras de nuestro segundo hogar que es la escuela,
creen que aman a sus discípulos, a sus discípulas,
porque les pertenecen como tales, porque los poseen, pero
eso no es Amor. El sentido de posesión o dependencia
no es Amor.
La
mente destruye el Amor y sólo comprendiendo todos los
funcionalismos equivocados de la mente, nuestra forma absurda
de pensar, nuestras malas costumbres, hábitos automáticos,
mecanicistas, manera equivocada de ver las cosas, etc., podemos
llegar a vivenciar, a experimentar de verdad eso que no pertenece
al tiempo, eso que se llama Amor.
Quienes
quieren que el Amor se convierta en una pieza de su propia
máquina rutinaria, quienes quieren que el Amor camine
por los carriles equivocados de sus propios prejuicios, apetencias,
temores, experiencias de la vida, modo egoísta de ver
las cosas, forma equivocada de pensar, etc., acaban de hecho
con el Amor porque éste jamás se deja someter.
Quienes
quieren que el Amor funcione como "yo quiero", como
"yo deseo", como "yo pienso", pierden
el Amor porque Cupido, el dios del Amor, no está dispuesto
jamás a dejarse esclavizar por el "yo".
Hay
que acabar con el "yo", con el Mí Mismo,
con el Sí Mismo para no perder el Niño del Amor.
El
"yo" es un manojo de recuerdos, apetencias, temores,
odios, pasiones, experiencias, egoísmos, envidias,
codicias, lujuria, etc., etc.
Sólo
comprendiendo cada defecto por separado, sólo estudiándolo,
observándolo directamente no sólo en la región
intelectual sino también en todos los niveles subconscientes
de la mente, va desapareciendo cada defecto, vamos muriendo
de momento en momento. Así, y sólo así,
logramos la desintegración del "yo".
Quienes quieren embotellar el Amor dentro de la horrible botella
del "yo", pierden el Amor. Se quedan sin él,
porque el Amor jamás puede ser embotellado.
Desgraciadamente
la gente quiere que el Amor se comporte de acuerdo con sus
propios hábitos, deseos, costumbres, etc. La gente
quiere que el Amor se someta al "yo", y eso es completamente
imposible porque el Amor no le obedece al "yo".
Las
parejas de enamorados, o mejor dijéramos apasionados,
suponen que el Amor debe marchar fielmente por los carriles
de sus propios deseos, concupiscencias, errores, etc., y en
esto están totalmente equivocados.
"¡Hablemos
de los dos!", dicen los enamorados o apasionados sexualmente,
que es lo que más abunda en este mundo. Y luego vienen
las pláticas, los proyectos, los anhelos y suspiros.
Cada cuál dice algo, expone sus proyectos, sus deseos,
su manera de ver las cosas de la vida, y quiere que el Amor
se mueva como una máquina de ferrocarril por los carriles
de acero trazados por la mente.
¡Cuán
equivocados andan esos enamorados o apasionados! ¡Qué
lejos están de la realidad!
El
Amor no le obedece al "yo", y cuando quieren los
cónyuges ponerle cadenas al cuello y someterlo, huye
dejando a la pareja en desgracia.
La
mente tiene el mal gusto de comparar. El hombre compara una
novia con otra. La mujer compara un hombre con otro. El maestro
compara a un alumno con otro, a una alumna con otra, como
si todos sus alumnos no mereciesen el mismo aprecio. Realmente
toda comparación es abominable.
Quien
contempla una bella puesta de Sol y la compara con otra, no
sabe realmente comprender la belleza que tiene ante sus ojos.
Quien
contempla una bella montaña y la compara con otra que
vio ayer, no está realmente comprendiendo la belleza
de la montaña que tiene ante sus ojos.
Donde
existe comparación no existe el Amor verdadero. El
padre y la madre que aman a sus hijos de verdad, jamás
los comparan con nadie, les aman y eso es todo.
El
esposo que realmente ama a su esposa, jamás comete
el error de compararla con nadie, la ama y eso es todo.
El
maestro o la maestra que aman a sus alumnos y alumnas, jamás
los discriminan, nunca les comparan entre sí, les aman
de verdad y eso es todo.
La
mente dividida por las comparaciones, la mente esclava del
dualismo, destruye el Amor.
La
mente dividida por el batallar de los opuestos no es capaz
de comprender lo nuevo, se petrifica, se congela.
La
mente tiene muchas profundidades, regiones, terrenos subconscientes,
recovecos, pero lo mejor es la Esencia, la Conciencia, y está
en el centro.
Cuando
el dualismo se acaba, cuando la mente se torna íntegra,
serena, quieta, profunda, cuando ya no compara, entonces despierta
la Esencia, la Conciencia, y ése debe ser el objetivo
verdadero de la Educación Fundamental.
Distingamos
entre objetivo y subjetivo. En lo objetivo hay consciencia
despierta. En lo subjetivo hay consciencia dormida, subconsciencia.
Sólo
la consciencia objetiva puede gozar el conocimiento objetivo.
La
información intelectual que actualmente reciben los
alumnos y alumnas de todas las escuelas, colegios y universidades
es subjetiva ciento por ciento.
El
conocimiento objetivo no puede ser adquirido sin consciencia
objetiva.
Los
alumnos y alumnas deben llegar primero a la autoconsciencia
y después a la consciencia objetiva.
Sólo
por el camino del Amor podemos llegar a la consciencia objetiva
y el conocimiento objetivo.
Es
necesario comprender el complejo problema de la mente si es
que de verdad queremos recorrer el camino del Amor.
"Educación
Fundamental"
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