Así que, hermanos, en realidad de verdad, el Hijo, el
Crestos encarnado, es odiado por las multitudes, odiado por
los sacerdotes, abominado por los escribas y repudiado por los
ancianos. No encaja el Crestos, dentro de los moldes humanos;
por eso es rechazado.
El Crestos es revolucionario por naturaleza, terriblemente rebelde.
Está más allá del bien y del mal: no lo
comprenden las fuerzas del bien, lo odian las fuerzas del mal;
actúa en consonancia con eso que podríamos denominar,
nosotros "comprensión individual profunda".
(...) ...Aclaro, el Cristo está más allá
del bien y del mal. Obviamente, todavía ustedes tienen
que depender de las fuerzas del bien y del mal. Si ustedes quisieran,
en este momento, pasar más allá del bien y del
mal, pues "no más" no pueden todavía.
Pero un día llegará en el que ustedes pasarán
más allá de las fuerzas del bien y del mal; entonces
comprenderán mis palabras. Hoy, todavía, no están
preparados para eso....
(...)Un "yo" del bien en nosotros, condolido por alguien
-por un borracho-, le da una moneda para que el borracho vaya
a beber al bar. Y casi siempre, los "yoes" hacen el
bien cuando no deben hacerlo, y no saben hacerlo. Son, esos
"yoes" del bien, los fariseos hipócritas que
todos los pobres animales intelectuales cargan en su interior,
cada uno de nosotros tiene el "yo fariseo". El no
habla sino de cosas santas, es muy bueno, buenísimo.
Sin embargo, ya ven ustedes, es como los sepulcros blanqueados:
por fuera están muy hermosos, pero por dentro están
llenos de huesos y toda clase de podredumbre. Los fariseos hipócritas
solo del plato y del vaso cuidan, y asean mucho por fuera, aunque
por dentro estén todos sucios -y no hay quien no tenga
el "yo fariseo"-. Sí, el "yo fariseo"
es un prototipo del bien, en cada uno de nosotros: muy buenecito,
muy servicial, pero condena al Cristo, lo condena cada vez que
el Cristo viene al mundo. ¡He dicho!
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